Carolina Molas (Cemevisa) cuenta su historia, por vez primera, a la prensa económica femenina.
Facilitar información de interés general sobre protagonistas del sector electro, en una publicación profesional como Market Visión, puede a veces ser interpretado por algunos (erróneamente, en nuestra opinión) como una «desviación rosa» (es decir, hacia la antes conocida como prensa del corazón, o actualmente simplemente prensa de chismes). Por ello, hay que andarse con tiento.
Lo cierto es que la última (y primera) entrevista de Carolina Molas, primera ejecutiva de la plataforma mayorista de electrodomésticos Cemevisa, acaba de publicarse en un medio que suele estar muy relacionado con temas económicos (Forbes), pero en su sección de empoderamiento femenino (Forbeswoman). Aunque, lo que tienen las cosas, en el titular no se identifica a la entrevistada por su papel como empresaria sino por su vínculo familiar con un personaje estelar de los medios del corazón, es decir, por ser madre de Íñigo Onieva, al que hemos aprendido a reconocer por su noviazgo y boda con Tamara Falcó Preysler, marquesa de Griñón y, como se dice ahora, «socialité» o habitual de artículos de sociedad y redes sociales.
Todos los medios en general destacan que es la primera entrevista que ha concedido Carolina Molas, habitualmente discreta en sus relaciones con los medios. El titular del artículo es muy largo: «Carolina Molas, madre de Íñigo Onieva: “Somos exiliados de ETA. Salimos huyendo una madrugada y nunca más pudimos volver a casa”».
Lo mejor es que ustedes mismos lean la entrevista original en el medio que la publica, para lo que les pasamos al final un enlace, en el que pueden clicar. A destacar que la huida familiar de Bilbao (cuando ella tenía 15 años) tuvo lugar en 1983, que durante un tiempo vivieron en hoteles y mudaron de residencia en Madrid para no ser localizados por los terroristas. Que estudió diseño de moda e industrial y que el trabajo de su padre, Carlos Molas, no le llamaba mucho la atención. El negocio de los electrodomésticos le pareció un poco «casposo» cuando ella entró en el mismo, pero «ya no tiene nada que ver, todo ha cambiado muchísimo, el propio producto es una maravilla, son unas máquinas increíbles y es una gozada ir a las fábricas». Por cierto, ese negocio antes estaba en manos de hombres y ahora «hay más mujeres y a veces noto que los hombres sienten que les estamos comiendo el terreno».
Tiene 54 años. Pero ya le preguntan por la jubilación.
«—Viendo su pasión por Cemevisa, no querrá jubilarse.
»—No te creas yo también tengo ganas de disfrutar. Hacer tantas gestiones todos los días supone mucho estrés. No quiero jubilarme de anciana».
Véalo en: Forbeswoman
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