En línea blanca el grupo chino se muestra dispuesto a continuar con su crecimiento inorgánico.
Si usted fuera el dueño de Haier, hubiese comprado Candy en Europa y efectuado inversiones industriales en la zona (Rumanía y Turquía), quizá podría sentirse tranquilo y contento por su nueva dimensión, y dedicarse a que el mercado responda a sus iniciativas, con el fin de ir elevando la cuota de mercado. Haier dice haber crecido un 20% el año pasado en Europa. Su participación actual rondaría el 8%, y el objetivo es elevarla al 16% en cinco años. Pero Haier tiene prisa, y no le basta con el crecimiento orgánico.
Comprar Candy, cosa que hizo en 2019 por un importe de 475 millones de euros, le supo a poco. Es lo único que puede explicar su actitud de mostrarse dispuesto a meter cuchara en platos que otros no puedan comer a su gusto.
Anteayer informamos de su relativa (y ponemos lo de «relativa» ya que no se vio consumada en tiempo y forma) disposición a comprar Electrolux, después de que la operación Midea fracasase.
Pero también hemos dado cuenta en semanas anteriores del mensaje que envió a las autoridades italianas, para comunicarle que, si las autoridades de la competencia optaban por obligar a Whirlpool y/o Arçelik a desprenderse de parte de sus activos como condición para dar vía libre a la operación Beko, Haier se ofrecía para comprar esos «sobrantes».
Cabe imaginar que esto último también puede haber ayudado a enfriar temporalmente su interés por Electrolux. Pero la CE ya ha dado, mientras tanto, su aprobación incondicional al acuerdo Whirlpool-Arçelik. Solo queda pendiente la autorización británica, que podría tardar unos meses en otorgarse.
Quédense, de momento, con esta copla: Haier no está plenamente conforme con su actual perímetro. Querría más.
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