No se discuten los objetivos ni los métodos, pero sí la urgencia y los costes.
Como el calentamiento global crea un desafío de grandes proporciones y de necesidades tan imperiosas como urgentes, el Gobierno alemán quiere cortar por lo sano y tomar medidas drásticas. Así, ha impulsado un proyecto de ley que debería haberse aprobado antes del verano, y que debería entrar el vigor el 1 de enero, por el que se prohibiría la instalación de sistemas de calefacción basados en gas o petróleo. A esta Ley se la conoce, periodísticamente, como «Martillo Térmico».
Pero cambiar una instalación de gas por otra de bomba de calor sale caro. El resultado inmediato es que, para «incumplir la ley» sin vulnerarla, muchos ciudadanos se han apresurado a adelantarse a la entrada en vigor, y así en el primer trimestre se han instalado el doble de calderas de gas que en igual período del año anterior, y la demanda sigue muy fuerte.
Una encuesta ha revelado que tres cuartas partes de los interrogados desean que se retire el proyecto de ley. Esa proporción casi se corresponde con la de las viviendas que se calientan con combustibles fósiles (aproximadamente tres cuartas partes de las existentes en Alemania), y un 40% de las calderas existentes requieren cambio puesto que ya cuentan con más de veinte años.
El Gobierno tiene prisa, pero la población no cree tener dinero para cambiar una caldera de gas por un sistema de bomba de calor.
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