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Explosión sobre una discoteca en la ciudad de París, este fin de semana.

Definitivamente, algo debería hacerse con la (in)seguridad de las baterías de los vehículos eléctricos personales. La semana pasada informábamos del probable origen de un siniestro muy importante (el incendio de los almacenes del SAT de Cecotec, hace unos meses), que quizá sea, de confirmarse el origen del mismo, uno de los mayores ocurridos por ese factor causante. Pero las noticias abundan. Y no cesan. En todas partes.

Quizá por el hecho de que los patinetes eléctricos (a los que muchos califican como «scooters», nombre que hasta hace poco se reservaba para las motocicletas con reposapiés frontal, en España designadas por un genérico derivado de la marca Vespa) son ya de presencia ubicua. O quizá porque buena parte de la fabricación escapa a los rigurosos controles de calidad/seguridad que requieren otros vehículos.

En ese cuadro se enmarca una pequeña información del extranjero: en la noche del sábado al domingo, una batería de patinete almacenado en la cuarta planta de un edificio del distrito XII de París, donde se encuentra la discoteca Pachamama, hizo explosión. Como resultado de la misma, se derrumbó un lienzo de pared. A su vez, por efecto de dicho desplome se descolgó y cayó una gran lámpara de araña dentro de la discoteca. Hirió gravemente a una persona, que fue ingresada en un hospital con traumatismo craneoencefálico y heridas faciales profundas. Hubo otros dos heridos leves, y 150 clientes fueron desalojados.

En Francia se ha recordado que hace un par de años una mujer falleció tras estallar la batería de su patinete. Son los casos graves. De las pequeñas incidencias sin daños graves (personales o patrimoniales) se informa, pero menos.

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