Todo comenzó porque Nicholas Woodman quiso fotografiar sus esperiencias, y no halló nada apropiado en el mercado.
La historia es conocida, porque el autor y protagonista de este guión de éxito la ha contado en más de una ocasión. Nick Woodman tiene hoy 38 años. Con 25 ya había montado un negocio y había quebrado, quemando de un solo golpe una fortuna de 4 millones de dólares (se dice pronto, pero piensen que eran más de 600 millones de pesetas) de dinero ajeno, en una empresa del infausto «boom de las puntocom». Ocurrió en 2001, cuando llevaba un par de años trabajando sobre la idea y recolectando fondos de inversores. Woodman la recuerda como «una empresa de marketing en la web». Las crónicas la describen como un sitio de juego social en la red. En todo caso, «cuando el boom estalló fuimos la primera puntocom en estallar», recordaba posteriormente.
Aquello le deprimió. Sabía que quería montar otra empresa, pero no tenía idea de qué hacer, así que (bueno, pobre no era) se tomó cinco meses sabáticos haciendo surf por Australia e Indonesia, pensando que tal vez entre las olas hallaría el «eureka» (el «lo he encontrado»). Y la inspiración llegó del modo más casual.
Woodman quiso fotografiarse a sí mismo haciendo piruetas sobre la mar. Digamos que quería hacer eso que ahora está tan de moda y que se llama «selfie» (autorretrato), sólo que en la actualidad se fomenta como manera de explotar más a fondo los smartphones, pero nuestro hombre quería simplemente inmortalizarse dominando una tabla de surf, y para ello necesitaba un aparato de fotos.
Por entonces no había cámaras fotográficas apropiadas. Del modo más artesanal se construyó un arnés de mano o, más exactamente, una muñequera con bridas para sujetar la cámara más pequeña y ligera disponible en las tiendas. Según recuerda, todas las cámaras que utilizó con este sistema se rompieron. Y fue entonces cuando pensó que habría que diseñar una cámara nueva, apropiada para esta función.
O sea: Nicholas Woodman trabajó primero sobre el arnés, y sólo después de dio cuenta de que era necesaria una cámara nueva.
Le animó a embarcarse en una aventura más seria la reflexión de que, si él mismo deseaba tomar instantáneas de su actividad acuática, seguro que habría muchos más surferos con una inquietud similar. Probablemente, pues, existía un vasto mercado potencial esperando la llegada del producto.
Pero Woodman no fabricaba cámaras. No disponía ni del dinero, ni de activos industriales, ni de la capacidad de desarrollo necesaria para ello. Así que recorrió durante año y medio varias ferias en el mundo buscando a un fabricante que hiciese algo parecido a lo que buscaba. Halló una firma de Shenzhen, China, denominada Hotax, que exponía algo que encajaba, así que contactó con ella, básicamente por emails y llamadas de teléfono, a fin de comprobar si era posible crear una cámara semejante a lo que ya tenía el productor, pero modificada y adaptada a las exigencias de Woodman. Al final envió 5.000 dólares por transferencia bancaria («porque —explicó una vez— era más barato que coger un avión y llegarse a Shenzhen para formalizar una reunión») para pagar el molde, y después encargó una primera producción.
El capital inicial de la nueva aventura fue de 265.000 dólares. No es mucho si se compara con el valor actual de la empresa, o con el capital de grandes compañías en el mercado. Pero tampoco una minucia. Muchas «startups» comienzan en España con 3.000 o 4.000 euros de capital inicial. El de la firma de Woodman fue más de 60 veces superior a esas cantidades. Lo aportó el propio Woodman (30.000 dólares de sus ahorros), su madre (35.000) y su padre, con dos desembolsos de 100.000. Es decir que, técnicamente, los afortunados por el éxito de la empresa son sus padres, que tenían el 89% del capital.
La empresa se llama Woodman Labs, mientras que GoPro es la marca. Su primer producto fue una cámara de película, para carrete de 35 mm., modelo al que denominó «Hero». La primera se vendió en septiembre de 2004, en una tienda de deportes de San Diego, California. En el primer año completo del negocio ingresó 350.000 dólares.
En 2006 la empresa abandonó las cámaras de película y se pasó a la tecnología digital, y un año después incorporó capacidad de grabación de vídeo, lo que le daría un empuje definitivo.
En ese momento, sin embargo, Woodman fue víctima del desánimo. La empresa ganaba dinero desde el primer día, pero dudó de su habilidad para seguir creciendo de forma relevante, aunque, sin saberlo, estaba en vísperas de un despegue todavía más espectacular gracias a la función vídeo. En ese momento aceptó ceder la mayoría del capital a un grupo inversor, pero llegó la crisis financiera de 2008 y este exigió un ajuste del precio a pagar por el capital. Aquel año la empresa iba a superar los 8 millones de dólares en ventas, así que rechazó una rebaja, por lo que retuvo el control de la misma.
En 2011 cinco firmas de inversión (entre ellos una división financiera del grupo Disney) entraron en el capital pagando 88 millones de dólares, que reportaron una sabrosa plusvalía a los socios fundadores. Y en diciembre de 2012 el grupo Hon Hai de Taiwan, más conocido por su nombre comercial Foxconn (un gigante que fabrica numerosos productos en régimen de OEM, por lo que ha sido llamado, entre otras cosas, «la fábrica de Apple») compró también una participación por 200 millones de dólares. Esto suponía valorar Woodman Labs en 2.250 millones. Es decir que el capital inicial se ha revalorizado 2.500 veces en menos de diez años. El fundador sigue teniendo alrededor del 45% de la compañía, y para este año 2014 se especula que podría salir a bolsa.
En 2012 la firma vendió 2,3 millones de cámaras GoPro, por valor de 521 millones de dólares. No se ha facilitado aún la cifra de 2013, aunque Woodman había anticipado que rondaría los 1.000 millones.
En los EE.UU. GoPro batió por vez primera a Sony en la categoría de imagen digital en las tiendas de la primera cadena estadounidense del sector electro, Best Buy, en 2012. Y su cuota en ese país supera el 20% en la categoría de videocámaras digitales, y el 30% en la de videocámaras de bolsillo.
Y Nick Woodman se ha convertido en otro de esos envidiados menos-de-cuarenta-años que cuentan los millones de dólares en efectivo por centenares, y cuyo patrimonio (contando el valor de las acciones que conserva en la empresa) supera los 1.000 millones.
[Publicado en MARKET VISION Suplemento 209 — abril 2014 ].©