Un mercado que se ha duplicado cada año, y con un ecosistema de accesorios alrededor.
El mercado mundial de las cámaras de acción ha tenido en el último cuatrienio un crecimiento espectacular, más que duplicándose de año en año: 200.000 unidades en 2010, 700.000 (más del triple) en 2011, 1,7 millones en 2012, 3,9 millones en 2013, y para el presente año se estima que podría aumentar su volumen hasta 5,5 millones, con lo que aumentaría en un 40%, ya sobre una base de cálculo mucho más amplia.
Es una categoría mal definida por los analistas de mercados, que hasta ahora segmentaban por tecnología, por tamaños, pero no por aplicación.
Y es una categoría que GoPro ha establecido.
Los escépticos dudan que este mercado vaya a crecer indefinidamente. Muchos piensan que el teléfono móvil va a canibalizar también este producto. Sin embargo, es poco probable que usted se meta en la tabla de surf a hacerse «selfies» con su móvil, por mucho que este se llame Sony Xperia y sea sumergible. Un smartphone no es ergonómico para los deportes extremos, y no se ve cómo podría sujetarse al casco del esquiador, o llevarse colgando a veinte centímetros para auto-filmarse bajando una pendiente, o, saltar en paracaídas.
Una cámara de acción proporciona garantías de solidez y de estabilidad. No debe soltarse, extraviarse fácilmente, ni dañarse si ocurre un accidente, a menos que sea catastrófico. En ese sentido, sólo puede entreverse un posible «killer product» en la «persona» de las Google Glass, por su capacidad de grabación. Sin embargo, ya existen cámaras integradas en gafas, con el objetivo incrustado en la montura entre ceja y ceja (nunca mejor dicho), y aunque tienen una porción del mercado, no amenazan el cetro de las «action cam» genuinas, representadas de forma destacada por GoPro.
GoPro no es barata. Y su ecosistema lo es menos. Porque el negocio de Woodman Labs no se queda sólo en la cámara, sino que se le suman todos los accesorios: monturas de ventosa, de placa adhesiva, arneses, correas, muñequeras, abrazaderas para mangos de bicicleta, y toda una colección de rótulas, pies y extensiones, y supertuercas y monturas para que todo quede bien engarzado y sujeto.
Una cámara GoPro cuesta hoy de 249 a 449 euros (PVP), situándose en el extremo inferior del abanico la Hero3 White Edition y en el superior la Hero3+ Black Edition, la primera con vídeo hasta 1080p30 y fotos de 5MP, y la segunda con vídeo hasta 4K y fotos hasta 12 MP. Ambas, con WiFi integrado, pero la Black Edition con un control remoto Wifi también de dotación. Por en medio está la Hero3+ Silver Edition, a 349 euros, básicamente igual que el top de gama pero sin mando remoto.
El mando WiFi puede adquirirse de todos modos de forma separada, siendo el elemento de mayor nivel dentro de la galaxia de accesorios, que son de varias familias.
Lo más importante, los soportes: correa para la cabeza, arnés para el pecho, abrazadera para manillas, correa, placa y soporte para casco (según sea éste ranurado o no, y se quiera llevar frontal o lateralmente), carcasa y correa de muñeca, soportes para tabla de surf, soportes adhesivos curvos y planos, soportes para instrumentos y para pie de micrófono, pies, soporte para trípode, ventosa, la mayoría de ellos a más de 25 euros la pieza.
Otros accesorios: carcasa de buceo (trae de dotación una carcasa antisalpicaduras, hermética y que permite sumergir la cámara, pero no hasta 60 metros), baterías de repuesto, cargador, insertos antiempañamiento, amarres para la cámara, lente protectora, pantalla posterior LCD (¿les he dicho que la GoPro no permite ver las grabaciones? hay que pasarlas antes a un PC o una tableta; la pantalla opcional suple esta carencia, son 99 euros extra).
Todo ese ecosistema hace que proveerse de un equipo completo no resulte nada barato. A ello se añaden productos de terceros, algunos más económicos, otros realmente caros, pero que cumplen funciones especiales.
Así, en el mercado de empuñaduras para GoPro destaca Gopole. La lanza Reach de esta casa tiene un precio superior a 45 euros. Un soporte giratorio Rotor Mount, para deportistas en buena forma física, que le permite obtener vistas asombrosas de sí mismos pedaleando o descendiendo por una pista de esquí, está en 150 euros en su versión de aluminio y 500 en la de carbono.
Existe en todo ese mundo, por tanto, un potencial de negocio para el detallista, que opera básicamente en dos canales: tienda de deportes y tienda de material electrónico de consumo.
El comercio físico, sin embargo, raramente tiene suficiente surtido de accesorios, ya que la variedad es grande, pero resulta imposible disponer de stock en establecimiento para toda la amplitud existente. De ahí que la cámara se compre a menudo en tienda, pero los accesorios (sobre todo los más singulares) se adquieran por internet. Los especialistas de la venta online llevan ahí ventaja, pero el comercio de electrónica digital dispone de grandes posibilidades con las ventajas que hoy proporcionan los grupos de comercio asociado, mediante su estrategia de venta multicanal y los recursos aplicados a ella. Hay también mayoristas especializados en gestión de cadena de suministro que pueden agilizar ese proceso.
Por último, en torno a GoPro prolifera hoy en día, también, la escuela del bricolaje. La red está llena de vídeos que muestran cómo fulanito de tal se ha construido su propio arnés, lanza-trípode o soporte giratorio, a partir de, por poner un ejemplo, un palo de escoba y unas arandelas. Y, aunque de ese modo se resta potencial de crecimiento al mercado de accesorios (sin amenazarlo seriamente, por otro lado), la abundancia de estos vídeos contribuye a aumentar la popularidad del sistema.
[Publicado en MARKET VISION Suplemento 209 — abril 2014 ].©