La patronal alemana advierte sobre la cuenta de resultados: a un sector no le basta con ser atractivo.
¿Cuáles son las razones de ese pésimo rendimiento económico?
— ¿Quizá el sector se equivocó, entre 2009 y 2012, en sus previsiones de crecimiento del mercado? No, las previsiones fueron correctas.
— ¿Quizá las capacidades de producción estaban sobredimensionadas? No, las capacidades fueron adaptadas correctamente con respecto a la demanda.
— ¿Quizá los costes organizativos son muy altos? No, los costes han disminuido, y sólo así se explica que las pérdidas no hayan sido mayores, teniendo en cuenta que los precios han bajado sustancialmente.
Si se compara con la industria del automóvil, de la que nadie duda en cuanto a eficiencia y productividad, para comprar un vehículo equivalente en 1980 había que trabajar diez meses (de un salario medio), y en 2012 dieciséis: son más caros por comparación con los ingresos de los ciudadanos. En cambio, en 1980 había que trabajar un mes para comprar un televisor, y hoy basta con diez días de salario.
Quizá el verdadero problema es que la industria se está enfocando demasiado sobre todo lo que tiene que ver con la cuota de mercado, desatendiendo criterios de rentabilidad.
Es cierto que en estos años últimos se ha intentado compensar la erosión de precios con una tendencia hacia pantallas más grandes, pero, al ritmo actual de degradación, en 2040 un televisor actual costará en el mercado 100 euros a PVP, o bien, si mantenemos los precios, será un televisor de más de 200 pulgadas.
La tendencia actual, en efecto, apunta a grandes diagonales, pero eso no será indefinido, porque las habitaciones y salas de las viviendas tienen un límite. Nuevas prestaciones y características, como Ultra HD (4K-2K y más), «pantallas avanzadas» (advanced screen), 3D sin gafas, reconocimiento del habla y de los gestos… y obviamente pantallas todavía de mayor tamaño para el mercado masivo, permitirán sostener o subir precios finales.
Pero quizá lo que más necesitamos, en opinión de Hans-Joachim Kamp, es un reajuste de la gestión. Por ejemplo, y abundando en lo que empieza a propugnarse para el mundo de la banca y las finanzas, «deberíamos dejar de pagar bonos a los directivos en función de la cuota de mercado, sino en función de la rentabilidad».
[Publicado en MARKET VISION Suplemento 204 — mayo 2013 ].©