Baja la cotización de la compañía, después de que un organismo federal de los EEUU haya pedido mayor información.
Lo que le ocurra a Philips (hace tiempo que lo decimos) le traería sin cuidado al sector si no mantuviese, todavía, de forma directa, un negocio menor de pequeño electrodoméstico. Sin duda la marca continúa en el mercado, pero cedida a varios actores que se limitan a pagarle a Philips unos royalties.
Centrada actualmente en electromedicina, Philips atraviesa desde hace meses (años, en realidad, pues hemos de remontarnos a 2021) un calvario relacionado con sus respiradores contra la apnea del sueño, uno de cuyos componentes, una espuma («foam»), puede degradarse y poner en peligro a los pacientes usuarios del equipo, ya sea dañando sus vías respiratorias o, incluso, provocando cáncer. Se han identificado 385 fallecimientos relacionados con este problema, y hay más de 100.000 informes de queja.
Aunque el actual CEO de Philips, Roy Jakobs, ha asumido el desafío como absolutamente prioritario, los progresos de la compañía para resolver o paliar el problema no le parecen suficientes de la FDA, Administración federal de Drogas y Alimentos de los EEUU. La pasada semana esta publicó un informe de actualización sobre el caso, en el que afirmaba que la documentación compartida por Philips con las administraciones sobre las pruebas y análisis llevadas a cabo para evaluar los riesgos derivados de los aparatos que se retiran es insuficiente. Philips respondió que hay cinco laboratorios independientes están examinando los equipos, pero ha aceptado la petición de más datos.
Eso no impidió que la cotización bursátil de Philips sufriera una caída del 9,6% a fecha del pasado viernes.
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