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En el lanzamiento del Galaxy S3, un equipo europeo desoyó las instrucciones de Corea.

«A veces es mejor pedir perdón que pedir permiso», dicen Thomas Wedell-Wedellsborg y Paddy Miller (este último, profesor en la escuela de negocios Iese de Barcelona), co-autores del libro «Innovation as Usual: How to Help your People Bring Great Ideas to Life» («la innovación como siempre: cómo ayudar a tu gente a traer a la vida nuevas ideas»), en un artículo publicado en la revista de negocios de Harvard (HBR).

Los autores analizan el comportamiento de un equipo de Samsung encargado de llevar al mercado productos adecuados para el consumidor europeo. El grupo de trabajo se constituyó en 2010, con sede en Londres, y a finales de 2013 había desarrollado varios proyectos que aportaron a la empresa con una facturación estimada en 500 millones de dólares.

Los autores del artículo y del libro de gestión explican cómo se las apañaron los integrantes del equipo londinense para convencer a sus jefes de la empresa coreana, logrando que se desviasen de filosofías y políticas generales de la corporación, a fin de adoptar innovaciones específicas para el mercado europeo. Describen hasta cinco técnicas aplicadas para gestionar esa relación entre innovadores europeos y superiores coreanos, y una de ellas es la que motiva el comienzo de este artículo. La llaman «volar por debajo del radar». Y alude a un caso muy concreto:

Cuando Samsung iba a lanzar el Smartphone Galaxy S2, el equipo identificó un problema: era difícil importar el directorio de contactos, las fotografías y otros datos del viejo teléfono, si éste no era de Samsung. Así que desarrollaron una aplicación denominada EasyPhoneSync que resolvía el problema. Pero, cuando estaba lista para su lanzamiento, se les instruyó que paralizasen el proyecto, porque otro equipo estaba trabajando en Corea en una solución parecida. Lo malo era que no estaría lista a tiempo para el lanzamiento del Galaxy S3, y el equipo sabía que dicho teléfono podía fracasar si no ponían a disposición de los consumidores un software que resolviese el problema. De manera que desobedecieron las órdenes y lanzaron la aplicación. A finales de 2013 ya se había registrado un millón de descargas de la misma. Era una aplicación necesaria y llegó a tiempo.

La verdad es que, conociendo cómo funcionan las multinacionales, el riesgo que encierra una desobediencia de estas características es muy alto, para los directivos que decidan sublevarse de este modo. Hay que estar muy seguros de que el éxito va a ser deslumbrante. En caso contrario, no parece aconsejable ni «volar por debajo del radar» ni saltarse los permisos, por mucho que se esté dispuesto a «pedir perdón». Pero el caso es interesante. Y al menos por una vez ha funcionado.


[Publicado en MARKET VISION Suplemento 210 — mayo 2014 ].

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