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Si quieren contratar a alguien, contraten a un optimista.

Últimamente es costumbre que en muchos encuentros de trabajo se convide, además de a los especialistas del tema a tratar, a oradores menos convencionales, cuyo arte consiste en sacar por un rato a los asistentes de su esquema cotidiano de pensamiento, para hacerle pasar un tiempo divertido y sobre todo estimulante.

Tiene mucho que ver con la teoría de la lateralidad: salga usted de su mundo, examínelo desde fuera, y será más creativo porque descubrirá soluciones. ¿Para qué? Para su negocio... o para su vida personal.

Estos oradores pueden ser desde deportistas hasta cantantes, y cabe recordar que tras la primera Guerra del Golfo hubo dos personajes que también se hicieron convidados célebres: el comandante en jefe de las fuerzas aliadas, apodado «oso del desierto», y el responsable de la logística militar de aquella operación. En cuanto a los deportistas, la conexión con una jornada profesional suele ser la de cómo responder a desafíos extremos, o algo por el estilo. Y luego hay otra clase de animadores que también entretienen mucho aunque nos cuentan un par de verdades eternas, casi de refranero, salpimentadas con anécdotas y comentarios varios, en el caso que nos ocupa a menudo de carácter machista.

Esta temporada ha estado de moda Emilio Duró, un leridano que ha sido directivo de empresa, profesor universitario, economista, formador y sigue siendo consultor. Según sus palabras, se codea con políticos y empresarios de altura, y a todos se permite darles consejos. Participó en la jornada de Candelsa con un discurso largo, intenso, emocionado, vibrante. Solicitó que nadie le grabase ni con videocámara ni con teléfono móvil, porque su «desgracia» es que dio una charla en Galicia y alguien la colgó en Youtube, y desde entonces le llaman a dar otras charlas en todas partes, lo cual le supone una bonita fuente de ingresos (así que bendita desgracia, en su caso).

La verdad es que Youtube está llena de vídeos de este hombre, y si ha visto usted uno probablemente no le haga falta acudir a otra conferencia suya, puesto que siempre dice lo mismo. Los oradores siempre han sido así y así debe ser. Se les invita para que cuenten lo que saben, y no van a andar modificando su discurso cada día. Lo que pasa es que ahora alguien te cuelga el vídeo en internet y le quita la novedad al discurso en vivo. Es menos fresco, pero igual de excitante.

Duró recorre todo el espectro de consejos posibles. Escoge a dos o tres asistentes de primera fila y se les acerca y les clava los ojos, como intimidándoles, y así se pasea de un lado a otro. Se contradice, advirtiéndote primero que seas feliz porque... «para lo que te queda»; e inmediatamente afirma que nuestro problema es que vivimos mucho más tiempo que el programado por la naturaleza (antes te morías a los cuarenta, tras cumplir tu función reproductiva), así que «nos queda demasiado tiempo por delante».

Nos pone cachondos hablando de por qué nos gustan las mujeres atractivas (para reproducirnos) y afirma que de padres feos nacen siempre niños feos, a menos que la mujer cometa un desliz con el guapo macho dominante. Y luego se emociona y nos dice... «os pido un favor», y comienza una retahíla de favores personales que deberíamos hacerle, como, por ejemplo, tomar ácido omega 3 todos los días porque es un magnífico antioxidante.

Todo eso, aunque liviano, es divertido y la gente se lo pasa bien. Y, en dos horas de conferencia en que el hombre se muestra infatigable, deja algunas lecciones interesantes, de ésas para reflexionar unos días. Como lo siguiente:

— La capacidad de adaptación tiene que ver con el entusiasmo y el optimismo.

— Los factores de felicidad han cambiado con el aumento de esperanza de vida: hasta 1900 la felicidad era comer, beber, reproducir; hoy la felicidad es algo más sutil, que requiere un aprendizaje.

— En el mundo profesional, un criterio cada vez más valorado en las entrevistas de trabajo es el coeficiente de optimismo; los optimistas rinden un 65-100% más que la gente normal. «¿Usted se imagina ir a la Luna con un pesimista?».

Y eso es todo, amigos. Emilio nos ha sacudido bien las neuronas durante un rato y ¡qué magnífico ejercicio es ése!


[Publicado en MARKET VISION Suplemento 205 — julio 2013 ].

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