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Una cafetera de cápsulas, en casa de un amigo, sirvió café «contaminado» a una muchacha alérgica.

Cuando ayer leímos que una joven falleció en Manzanares, Ciudad Real, por tomar un café «contaminado con lactosa», no entendimos qué significaba eso. Si era un café con leche, llevaba lactosa, obviamente, y eso no es una contaminación. ¿Querían decir entonces que tomó leche de avena y que resultó ser leche de vaca? Pues no. La palabra era exacta. Fue café contaminado.

Según las informaciones posteriores, se trataba de un café normal, servido por una cafetera con restos de leche de servicios anteriores (de café con leche, obviamente). Y sí, se trataba de un electrodoméstico, no de una máquina profesional de baristas.

La muchacha, de 17 años, tomó en casa de un amigo un café de cápsulas. La cafetera había preparado antes varios cafés con leche. El suyo no la llevaba, pero, aparentemente, y aunque desconocemos los detalles exactos, habían quedado restos de leche en el aparato.

La chica no era intolerante a la lactosa (y esto debe quedar consignado, puesto que los efectos son muy diferentes) sino alérgica a esa proteína. Tras beber su taza de café sufrió un choque anafiláctico, con parada cardiorrespiratoria. Tras varios días en la UCI, falleció.

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